Por lo que se refiere a la distinción entre Homo sapiens y el resto de especies, debemos mencionar una serie de adquisiciones que aún ahora se consideran específicas de los humanos anatómicamente modernos, por ejemplo, la capacidad para la producción artística ha sido considerada y aún hoy es aceptada como una propiedad emergente del Homo sapiens.
A la mayoría de nuestros colegas arqueólogos que trabajan en el dominio de la prehistoria, aún les cuesta admitir que los grabados de Bilzingsleben en Alemania o la Venus de Berekhat-Ram sean producciones plásticas de una humanidad que vivió en el Pleistoceno medio, y que, por lo tanto, no pertenecían a nuestra especie.
El tópico se basa en un convenio educacional, en el que solamente a Homo sapiens se le concede la posibilidad de disponer de conciencia para llevar a cabo este tipo de realizaciones. Estos acuerdos no están escritos, pero son admitidos por las mayorías sociales que juegan un papel importante en la estructuración científica y cultural de la humanidad, impidiendo de este modo que se analicen las pruebas empíricas con rigurosidad.
El apriorismo que plantea el hecho de que otras especies no puedan ser como nosotros y que, por consiguiente, sean consideradas incapaces de disponer de criterios estéticos o morales, hace que las pruebas nos pasen por delante y las desestimemos, cuando desechar esta cultura marcada por los idealismos es peligroso por la trascendencia e implicación que ello tiene.
Los científicos, después de plantear una hipótesis, debemos de ser capaces de establecer un protocolo de trabajo experimental encaminado a comprobar lo que se ha considerado. Para mí este es el único apriorismo que podemos admitir; solamente así el conocimiento puede seguir el camino de la objetividad necesaria.
Efectivamente nuestra especie no es la única que ha producido arte. Otras especies como Homo heidelbergensis o Homo neandethalensis lo han hecho. Eso sí, en menor medida, al igual que Homo sapiens hace 100.000 años antes de su salida de la cuna africana. Han pasado por mis manos productos de su arte, no podemos negar las evidencias.
Sí, sabemos que el arte se socializa con nuestra especie, pero no podemos despreciar la capacidad del resto para producirlo.
A multitud de colegas que trabajan en este campo les cuesta admitir que las otras especies de homininos que nos han precedido o convivido con nosotros sean capaces de hablar. Presos del convenio no escrito por el que solamente los Homo sapiens podemos desarrollar esta manera singular de comunicarnos, la mayoría de artículos científicos firmados por especialistas del paleolenguaje no dan crédito a el habla presapiens.
Sin embargo, y como hemos hecho en muchas ocasiones, no podemos pasar por encima de pruebas empíricas que nos indican lo contrario. Ningún planteamiento científico puede ignorar las evidencias que pueden llevarnos a una explicación concluyente sobre esta posibilidad, aunque nos parezca atrevida o extraña.
El descubrimiento en el yacimiento de la Sima de los Huesos, en el complejo de la Sierra de Atapuerca, de los restos esqueléticos que componen el oído medio, así como cráneos completos de Homo heidelbergensis, nos ha permitido al equipo de investigación reconstruir el conducto auditivo.
La capacidad auditiva
La restitución digital primero, y mecánica después, nos ha puesto en disposición de decir que con mucha probabilidad esta especie oía en banda ancha, como lo hacemos nosotros. Desde luego, si esto era así, parece obvio que era por que se emitía un lenguaje parecido al de los humanos anatómicamente modernos.
Siempre se había concebido que la posibilidad del lenguaje en primates humanos estaba relacionada con las áreas de Broca y Wernicke, así como con la posición respecto al cuerpo de nuestro cráneo y su conexión a través del foramen magnum, lo que indicaría que era plana para la base del cráneo. También tendrían a ver la morfología del hueso hioides y la estructura del tracto vocal.
Este conjunto de rasgos morfológicos eran el dogma del conocimiento sobre si los homininos que nos precedieron eran, a nivel del habla, como nosotros. Pero nadie había estudiado a través de pruebas indirectas, como la audición, para poder establecer una hipótesis del habla en especies humanas fósiles.
Malas noticias para los colegas que piensan que solamente nuestra especie está preparada para entender el mundo, pues parece ser que esto es algo asociado a nuestro género y, por lo tanto, todas las especies, independientemente de la antigüedad han dispuesto de esta capacidad en menor o mayor medida. Se trata de un potencial evolutivo que aún no conocemos bien, pero que descarta a los Homo sapiens como únicos.
Desde mi época de estudiante en la universidad, en los años setenta del siglo pasado, ya se admitía que, a pesar del comportamiento y fisonomía de los neandertales, ésta especie enterraba a sus muertos, cosa que les humanizaba y ésta era la única concesión que se les hacía. Por lo demás, las reconstrucciones paleontológicas que se habían hecho, sobre todo del espécimen de la Chapelle-Aux-Saints, en Francia, eran tremendas y siempre conferían un aspecto muy distinto al que en realidad tenían.
En todo caso, admitir que podían disponer de rituales funerarios era aceptar que tenían comportamientos humanizados, un hecho que, según estos colegas, sólo era atribuible a nuestra especie y por ello representaba una anomalía dentro del concepto evolutivo, puesto que Homo sapiens era la especie elegida.
Fue aún más revolucionario la interpretación de los restos de Homo neanderthalensis, encontrados en los niveles de base del yacimiento de Shanidar, en Oriente Próximo, como ritual funerario asociado a una cumulación de pólenes de plantas y flores. Efectivamente, los análisis arqueobotánicos mostraron que el cadáver que se enterró en el Pleistoceno superior, en los sedimentos de dicha cueva, podía estar cubierto por las flores que en primavera brotaban en la subida que llevaba a la boca de la cueva.
Con esta lectura social de la botánica se daba a los especimenes que vivieron en este lugar un comportamiento humano sublime que hemos mantenido las especies de nuestro género hasta la actualidad y se dotaba a los neandertales de algo que supuestamente sólo los humanos anatómicamente modernos poseemos.
Todos estos descubrimientos, así como el cambio de mentalidad, aún no sirvieron a nuestros colegas para admitir que el Homo neaderthalesis podía disponer de conductas tan avanzadas. Aún hoy en día, como hemos estado planteando en este blog, continúan dudando de esta humanidad.
Todos sabemos que las adquisiciones humanas son progresivas en el espacio y en el tiempo, pero que surgen de un potencial evolutivo de un primate que hace 1,8 millones de años empezó a incrementar el volumen de su cerebro y la complejidad e interacción del material neuronal que contiene.
Desconocemos si otras especies han enterrado o han tenido rituales funerarios. El descubrimiento de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, de una acumulación de cadáveres, nos plantea esta posibilidad. Los homininos de hace medio millón de años antes que los neandertales podían haber adoptado esta fórmula con el fin de aumentar la cohesión social de la especie. De ser así, reforzamos aún más nuestra hipótesis de la complejidad global de nuestro género.
vía elmundo.es.
Talleres y parque de la arqueología y Edad Antigua en Arqueopinto, Madrid